Tapachula, Chiapas.— Mientras el secretario de Seguridad Pública del estado, Óscar Alberto Aparicio Avendaño, presume resultados, operativos aéreos, reconocimientos y discursos triunfalistas sobre una reducción de la delincuencia, la realidad en calles, colonias y comunidades de Chiapas —especialmente en la costa — refleja un panorama muy distinto, marcado por homicidios, desapariciones, feminicidios y una percepción de inseguridad.
Durante 2025, la costa se ha mantenido como uno de los municipios con mayor incidencia de homicidios dolosos en la entidad, pese a los informes oficiales que insisten en una baja significativa de la violencia. Datos indican que, hasta octubre, se habían iniciado 278 carpetas de investigación por homicidio doloso en Chiapas, de las cuales 41 corresponden a Tapachula, seguido por Suchiate, Mapastepec, Huixtla, Tonalá, Jiquipilas colocándola nuevamente en los primeros lugares a nivel estatal.
Las cifras revelan además que en estos municipio los homicidios registrados en Chiapas, lo que contrasta con el discurso institucional que asegura avances históricos en materia de seguridad.
Tan solo en el primer semestre del año, estas demarcaciones acumularon 32.9 % de los homicidios dolosos, evidenciando que la violencia no se distribuye de forma uniforme y que algunos municipios siguen siendo focos rojos.
A pesar de ello, el secretario de Seguridad Pública, Oscar Aparicio Avendaño, ha insistido públicamente en reducciones de hasta 53 % en homicidios, apoyado en estadísticas generales, patrullajes reforzados y el uso de tecnología, como sobrevuelo en su nuevo juguete y operativos especiales.
Sin embargo, especialistas advierten que estas cifras no reflejan la violencia real que se vive chiapas, ni la frecuencia de hechos sangrientos que siguen ocurriendo en colonias populares, zonas rurales y puntos estratégicos del Estado de Chiapas.
La percepción ciudadana confirma esta contradicción: los habitantes de estos municipios, afirma sentirse inseguro, una cifra que supera ampliamente el promedio nacional y que coloca a la ciudad entre las más inseguras del país. Para la población, los anuncios oficiales no se traducen en tranquilidad ni en calles más seguras.
La ubicación fronteriza de Chiapas y Oaxaca su papel en las rutas migratorias y la disputa entre grupos del crimen organizado por el control territorial siguen siendo factores clave que alimentan la violencia. A ello se suman desapariciones que, en varios casos, han concluido con la localización de cuerpos sin vida. Observatorios ciudadanos y organizaciones civiles señalan que al menos 17 personas reportadas como desaparecidas en 2025 fueron encontradas muertas, aunque estos casos rara vez forman parte del discurso oficial.
El problema se agrava con la violencia contra las mujeres. Aunque las cifras definitivas aún están en actualización, colectivos feministas y activistas han alertado sobre asesinatos de mujeres y presuntos feminicidios en Chiapas, un fenómeno que refuerza la percepción de abandono.
Mientras desde el escritorio se presume control, helicópteros, medallas y reconocimientos, en Chiapas la violencia sigue marcando la vida diaria. Las cifras oficiales pueden acomodarse en discursos, pero en la realidad chiapaneca los números no encajan con lo que vive la población.
Conclusión:
Chiapas cierra 2025 atrapada entre estadísticas oficiales optimistas y una realidad violenta que persiste. La distancia entre el discurso del secretario de Seguridad Pública y los hechos y percibidos por la ciudadanía deja en evidencia que el principal reto no es solo reducir cifras, sino recuperar la confianza y la seguridad real en Chiapas.


















