Sin hacer caras ni gestos, Rosa Urbina se salió con la suya: sacrificó, en horas de la madrugada, los ficus del Parque Central “Miguel Hidalgo” por haber cometido el gravísimo delito de no dar hojas rosas para su insulsa propaganda.
No hubo poder humano que la convenciera. Al contrario: buscó y encontró la complicidad de presuntos ambientalistas y personajes de la sociedad civil que todo le aplauden y festejan.
Los contratistas, obligados estaban a secundar el asesinato si a cambio de esa complicidad se embolsarán importantes cantidades de dinero.
Como siempre, la lana es la lana. Los fajos de billetes derriban todos los escrúpulos y hasta logran que los chimuelos mastiquen vidrios.
Ya estarán contentos los matraqueros a sueldo y los graciosos enchalecados que solo son los bufones de hoy y que mañana, cuando dejen de ser útiles, terminarán en el basurero.
Dicen que la maldad infinita se paga con los hijos y descendientes. Quienes eso aseveran no piensan que escupen al cielo y les caerá en la cara.
Como quiera que sea, el imperdonable crimen perpetrado, amparados en las sombras de la noche, seguro estoy que no quedará impune.
De la justicia divina nadie escapa.
