Don Ernesto Castillejos Palacios, que en paz descanse, fue una persona de bien muy conocida en Tapachula. Nació en esta tierra en 1916, hace 108 años.
Jorge A. Villanueva del Pino.
Cronista independiente explica en una de las muchas pláticas, contaba sobre una casa, que según él, tiene al menos 150 años de antigüedad. Esta construcción, ubicada en la calle de Mariano Arista, se encontraba en las afueras de la ciudad en los fabulosos años 20 del siglo pasado, en la ruta que conducía a Tuxtla Chico. Hoy en día, esta casa se encuentra en una zona céntrica: la 7a calle Poniente entre Central y 2a Norte.
Era una casa preciosa, de estilo típico de Tapachula, con un tejado a cuatro aguas y cuatro corredores amplios adornados con grandes maceteros llenos de helechos y plantas de la región.
La iluminación se lograba mediante llamativos candiles y los sillones cómodos estaban dispuestos para atender a las visitas. Al frente, donde hoy se estacionan las combis, había un hermoso jardín con arriates a manera de parquecito y una fuente en el centro. En aquella época, la calle era un arroyuelo y no había banqueta; una media barda con un enrejado de hierro y un gran portón permitían el ingreso a la propiedad.
Don Ernesto me contaba que, siendo niño, como de diez años, junto con otros muchachos del barrio, solían ir a este lugar para ganarse unos centavos cuidando los equinos de sus ricos propietarios. En aquella época, era común ver semovientes en lugar de automóviles. Los caballos, con sillas de montar de finas maderas ricamente decoradas con incrustaciones de oro y plata, eran atados a las rejas mientras sus jinetes, debidamente vestidos, ingresaban al lugar.
Este sitio, frecuentado por finqueros y hacendados de la época, era lo mejor y más exclusivo que existía. Funcionaba como un internado de muchachas jóvenes y bonitas, que ofrecían sus servicios para entretener a los adinerados visitantes. Estas jóvenes eran de origen español, francés, antillano, centroamericano (principalmente de Cuba, Guatemala y El Salvador), texano, californiano, y también de producción nacional, siendo la mayoría del puerto de Veracruz.
La casa prestó sus servicios durante 13 años hasta que la ciudad comenzó a expandirse hacia esa zona y se construyeron casas habitación para familias que solicitaron su clausura.
Texto de Jorge A. Villanueva del Pino
Cronista independiente
